El 11 de Febrero de 2010 podría haber sido un día como otro cualquiera pero no fue así. Alexander McQueen acababa con su vida. Tan solo a una semana después del fallecimiento de su madre a la que estaba estrechamente unido, el caos personal se apoderó de el. Sumado también esto a la perdida de su íntima amiga y descubridora Isabella Blow, todo ello fue demasiado para el artista, algo que le llevo a una fuerte depresión de la que no se recuperó.
McQueen fue un gran visionario a juicio de muchos. Sus diseños con estremecedoras imágenes de calaveras, huesos, insectos y serpientes en actitud amenazante fueron el reflejo de la angustia personal del genio. Frases como ¨ El miedo ha sido mi mejor amigo¨ quizas nos debería haber hecho presagiar lo peor. Cuesta pensar a veces que detrás de tantas líneas de éxito se pueda esconder un renglón torcido. Ya hace un año la moda perdió a uno de los creadores más impactantes de las últimas décadas. El talento no es todo para ser feliz.
Cómo ocurrió con Balenciaga ¨el maestro de los maestros¨ calificativo con el que se le nombraba al también desaparecido genio, los dos creadores cortaban sin utilizar patrones. McQueen al igual, lo hacia directamente desde un busto, atrevido y genial como pocos.
Hoy la firma capitaneada por su assistant Sarah Burton y vigilada de cerca por el grupo GUCCI, mantiene intacto el ADN del fundador.
Su último desfile fue un claro homenaje entre el bien y el mal. Entre los ángeles y demonios, se pasearon brocados, tules, pelo y gasas, todo entre el blanco y el negro con tan sólo una interrupción del lavanda. Siguiendo la estela de Alexander, no faltaron los volúmenes y las tachuelas que adornaron las prendas. Todo pareció un cariñoso gesto al diseñador británico del que seguimos acordándonos.
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