Oliver Roustein |
Con una precisa interpretación, Olivier Roustein ha devuelto la calma necesaria a BALMAIN, firma a la que representa después del la fugaz salida de Cristophe Decarnin. Ayer en Paris se respiraba una gran expectación ante los primeros resultados del joven diseñador francés. Con sus propuestas trataba de tranquilizar a un público inquieto ya que el futuro de la firma no estaba del todo claro. Todavía recordamos la Balmania que llegó a provocar Decarnin con sus exageradas hombreras y ajustados vestidos que se adaptaban al cuerpo como una segunda piel. Decarnin hizo que la firma resurgiera del más puro olvido y con su marcha los cimientos de la firma se tambalearon. Pero después de ayer, los directivos y fans de la firma respiran en paz. Roustein demostró que Balmain tiene aún mucho camino por recorrer.
El jovencísimo modisto se recreó en los orígenes del rock and roll, los pecaminosos casinos de Las Vegas y los ambientes de lujo y exceso de la ciudad. Pudimos ver boleros repletos de tachuelas, que de pronto se combinan con el liviano tejido vaquero Chambray en forma de faldas largas que se arrastran al paso. Cinturones enormes en proporción a las cortas faldas de ligeras napas y cuellos de camisas cuajados de cristales con mucho oro. Lo que no faltó son sus icónicos y ajustados vestidos de exageradas hombreras, que esta vez lucieron modelos de la talla de Anja Rubik, Kasia Struss, Freda Beha y Natasha Poly junto a la gran top model estonia, Carmen Kass. Visto lo visto, Balmain puede seguir respirando con calma.